Martina sale de clase a las 14,00, después de comer va a clases de inglés, al salir va al conservatorio donde está aprendiendo a tocar el violín de donde sale corriendo para llegar a judo o pintura( según los días). Llega a casa a las 19,30 y aún tiene que hacer los deberes, estudiar, ducharse. ¿No os parece excesivo?
Como cada año a finales de septiembre, somos muchos los padres que tenemos que hacer encaje de bolillos para poder compatibilizar el trabajo con atender a nuestros hijos y satisfacer sus necesidades. Es el momento de decidir si nuestro hijo va a acudir a clases extraescolares y seleccionar las que nos parezcan adecuadas.
Es importante tener en cuenta la edad de los niños, cuánto más pequeños necesitan más tiempo para jugar y si es al aire libre mejor, por tanto el juego no estructurado en niños pequeños puede ser mejor la mejor opción.
A la hora de seleccionar las actividades extraescolares hay que tener en cuenta tanto los intereses del niño como su personalidad, a un niño tímido le puede ayudar a relacionarse y superar sus miedos a ser observado un taller de teatro.
Hay que evitar cargar al niño de actividades que le impidan jugar y que supongan una fuente de agobio o estrés. Esta sobrecarga aumenta la probabilidad de que el menor padezca depresión o altere sus relaciones familiares y sociales. La clave está en alcanzar el equilibrio y observar las reacciones del niño ante las actividades para tomar las medidas oportunas.
También hay que concienciar a los niños que lo prioritario es que asuman sus responsabilidades académicas, por eso llevar a un niño a actividades extraescolares a primera hora de la tarde dejar la sesión de estudio para el final del día es un error. Los niños están cansados lo que produce una reducción del rendimiento.
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