Marta está preocupada por Marina, su hija de 8 años. Desde hace varios meses ha notado que su hija empieza a tener pequeñas calvas tanto en la cabeza como en la ceja izquierda. Hace unos días, por casualidad entró en la habitación  para llevarla ropa y vio varios pelos sobre la mesa. Se ha dado cuenta de que es la propia niña la que se arranca el pelo mientras estudia o cuando se encuentra nerviosa tras discutir con amigas o con su hermano. ¿Qué le pasa a Marina?

A Marina lo que le ocurre es que padece tricotilomanía, es un comportamiento o hábito persistente y recurrente que consiste en arrancarse el pelo de distintas zonas del propio cuerpo. Las personas que padecen tricotilomanía arrancan cabellos de su cabeza o de zonas como las cejas, las pestañas, las axilas, la barba, o el pubis.

El los niños o adultos que lo padecen se puede apreciar que tienen parches descubiertos o pérdidas difusas de pelo, dando a su cabello una apariencia desigual, también es frecuente que tiren, retuerzan o jueguen con su pelo. Algunos de los que lo padecen ingieren sus propios cabellos lo cual puede causar problemas graves de salud como oclusiones intestinales

Este trastorno es considerado por el DSM-IV como un trastorno del control de los impulsos. Las personas que lo padecen:

1.  Se arrancan el pelo de forma recurrente lo que ocasiona una pérdida significativa de cabello.

2. Antes de empezar a arrancarse el cabello la persona se encuentra nerviosa o tensa y si intenta resistirse al impulso de arrancarlo la tensión aumenta.

3. Cuando la persona se arranca el pelo a corto plazo experimenta una sensación de placer o satisfacción.

4. Esta situación genera en la persona un malestar clínicamente significativo que interfiere o condiciona su vida a nivel social, laboral o de las relaciones interpersonales.

Como siempre os invito a participar ya a enviar vuestras dudas y consultas

Psicólogos en Salamanca – Psicóloga en Salamanca –Mª Luz Cañadas – Terapia Cognitivo Conductual

Ana lleva mucho tiempo encontrándose cansada, tanto que ya no recuerda cuando empezó a sentirse así. Se queja constantemente ante cualquier imprevisto y cada vez está más irascible, le cuesta mucho disfrutar de las cosas cotidianas y la tristeza y la desgana están presentes casi a diario.

Las personas que padecen distímia se caracterizan por presentar sintomatología depresiva de leve intensidad, que fluctúa pero es persistente a lo largo de los años.

Son frecuentes las consultas ante los médicos de atención primaria por esta causa. Estos pacientes pueden presentar molestias somáticas inespecíficas como astenia, cefaleas, dolores articulares, alteraciones digestivas o disminución del apetito entre otros. Es habitual que no se identifiquen causas físicas que justifiquen dichos síntoma y que, con el paso del tiempo aparezcan otros síntomas de carácter afectivo como irascibilidad, decaimiento, inhibición, aparición de miedos inespecíficos o incapacidad para disfrutar. Es frecuente que este trastorno se presente  con otros trastornos afectivos y de ansiedad.

Existen diversos estudios acerca de la distimia que concluyen que 3,1 de cada 100 adultos presentarán un cuadro distímico a lo largo de su vida. Este trastorno es más fr4ecuente en hombres  que en mujeres.

El DSM-IV considera que para poder realizar un diagnóstico de trastorno distímico, la persona durante al menos 2 años ha presentado más días estado de ánimo depresivo que sin él, es decir presenta un estado crónicamente depresivo presente la mayor parte del día y la mayor parte de los días.

La persona aparte de sentirse triste presenta al menos otros dos síntomas, pueden presenta pérdida o aumento de apetito, insomnio o hipersomnia, falta de energía o fatiga, baja autoestima, dificultades para concentrarse o para tomar decisiones y sentimientos de desesperanza Es frecuente que noten un interés menor por las cosas, así como un aumento de la autocrítica. Hay etapas en las que el estado anímico mejora, pero la duración de los mismos es inferior a dos meses.  Habrá que descartar que otras causas físicas o emocionales estén provocando dichos síntomas.

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Psicólogos en Salamanca – Psicólogo Mª Luz Cañadas – Psicoterapia

Muchas veces oímos hablar de la autoestima, es importante quererse, valorarse, pero ¿qué es realmente la autoestima?

La autoestima hace referencia al grado en que las personas nos aceptamos y queremos tal cual somos. Es la forma en que nos valoramos a nosotros mismos y a las cosas que somos capaces de hacer. Si nos adaptamos con éxito a las dificultades de la vida cotidiana y somos conscientes de ello tendremos una autoestima positiva. Si nos sentimos incapaces de hacer frente a los problemas diarios, si no somos capaces de valorar los logros tendremos una autoestima negativa.

La autoestima de las personas se desarrolla en base a las pautas de crianza. Si los padres somos capaces de estimular, motivar a nuestros hijos para que se esfuercen ante los retos y dificultades que nos ofrecen la vida, favorecemos que actúen de forma responsable e independiente (sin eliminar dosis moderadas de frustración), valoramos abiertamente los éxitos que consiguen y les damos ejemplos de valoración acerca de los aspectos positivos de su personalidad y su comportamiento favoreceremos el desarrollo de una adecuada autoestima.

En adolescentes y adultos, a veces, no tenemos muy claro cual es la causa o el efecto, si las personas se quieren a sí mismas porque les va bien en ciertas áreas de su vida o si les va bien en esas áreas porque se quieren a sí mismas. La autoestima puede ir cambiando a lo largo de la vida y una persona puede tener baja autoestima en un área y alta en otra (soy mala estudiante – área académica, pero mis amigos me quieren mucho-área social). Un factor determinante en el desarrollo y mantenimiento de la autoestima son nuestros pensamientos acerca de cómo somos y de las cosas que hacemos.

Nuria tiene 7 años. Su abuela lleva varios días hospitalizada y ve a sus padres nerviosos  y preocupados, ya casi no pasan tiempo con ella. Esa noche cuando mamá va a acostarlos Nuria le pregunta a mamá ¿La abuelita va a morirse?

Con frecuencia a los padres, educadores o psicólogos nos cuesta hablar de la muerte con los niños. Para poder hacerlo tenemos que tener presente que la muerte es un proceso natural para todas las personas. Si queremos ayudar a nuestros niños es recomendable hablar abiertamente de la muerte si el niño pregunta o si la situación lo hace aconsejable. Cuando hablemos lo haremos de forma clara, adaptándonos a la edad y el grado de desarrollo del niño.

A esta edad los niños de forma gradual empiezan a socializarse y van asumiendo los valores y normas del grupo en el que viven. Esto incluye también los ritos de despedida cuando fallece una persona. Es frecuente que tengan curiosidad si alguien fallece cerca de su entorno (la vecina, el abuelo de su compañera de clase) y por ver qué ocurre después de la muerte. Esto favorece que empiecen a pensar en la muerte, pueden plantearse que sus padres morirán algún día y que quizá ellos también (así pueden apareceré preguntas del tipo ¿te vas a morir?, y si te mueres ¿Quién me va a cuidar?).

Al inicio de la Educación primaria para los niños es difícil asumir la muerte o alguna situación crítica. Empiezan a comprender el concepto de pérdida permanente aunque carecen de estrategias de afrontamiento adecuadas, ya que acaban de perder aquellas que les proporcionaba el pensamiento mágico de etapas anteriores.

Los valores religiosos, morales y sociales pueden propiciar que algunos niños perciban la muerte como un castigo por las malas acciones realizadas y en general, no suelen mostrar interés por saber que ocurre después de la muerte.

Psicólogo en  Salamanca – Psicóloga Mª Luz Cañadas – Psicología